Aunque el asma afecta hasta al 12% de los colombianos, más del 70% de los casos permanecen sin diagnóstico. Esta condición crónica, que limita la calidad de vida y puede llegar a ser mortal, sigue siendo subestimada en el país, especialmente en niños y poblaciones vulnerables.
DIARIO DEL HUILA, SALUD
El asma es una enfermedad respiratoria crónica que ha sido históricamente subvalorada en Colombia, pese a su alta prevalencia. Se estima que cerca de 6 millones de colombianos podrían padecerla, aunque solo una fracción de ellos cuenta con un diagnóstico confirmado y acceso a tratamiento. Esta brecha en la atención no solo pone en riesgo la vida de quienes la sufren, sino que también representa una carga significativa para el sistema de salud pública.
La enfermedad se caracteriza por una inflamación persistente de las vías respiratorias que provoca síntomas como dificultad para respirar, tos, silbidos en el pecho y una sensación de opresión torácica. Aunque muchas personas la consideran una condición leve o pasajera, su incorrecto manejo puede desencadenar crisis severas que requieren atención médica urgente o incluso resultar fatales.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el asma afecta a más de 260 millones de personas en todo el mundo y causa cerca de 455.000 muertes cada año. La mayoría de estas ocurren en países con ingresos medios y bajos, donde el acceso a servicios de salud y medicamentos adecuados es limitado. Colombia no es la excepción.
En el país, hasta el 70% de los casos de asma permanecen sin diagnosticar. Esta alarmante cifra refleja no solo un problema de acceso a la salud, sino también un desconocimiento generalizado de los síntomas y del impacto real de esta enfermedad en la vida cotidiana. La falta de campañas educativas y la normalización de ciertos síntomas respiratorios contribuyen a este subregistro.
Uno de los grupos más afectados es el de los niños. Cerca del 18% de los pacientes diagnosticados en Colombia son menores de edad. En ellos, el asma representa una de las principales causas de ausentismo escolar, afectando su desarrollo académico y social. En adultos, también incide en la productividad laboral, con frecuentes incapacidades por crisis respiratorias mal controladas.
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Los especialistas insisten en que el asma no es una enfermedad única. Se clasifica en cuatro tipos principales: intermitente, leve persistente, moderada persistente y grave persistente. Este último grupo, aunque representa solo entre el 5% y el 10% de los casos, suele requerir tratamientos intensivos que incluyen el uso de medicamentos biológicos, además de los tradicionales inhaladores y corticosteroides.
“Un síntoma leve no significa un riesgo bajo”, advierte la doctora Mónica Olmos, gerente médica de GSK. “El asma debe tratarse como una enfermedad crónica y personalizada. Con el enfoque adecuado, los pacientes pueden llevar una vida activa y sin limitaciones”.
La clave, según la OMS y diversos expertos, está en el diagnóstico temprano y el tratamiento continuo. El fortalecimiento del sistema de atención primaria es esencial para identificar los casos desde los primeros síntomas, especialmente en zonas rurales y apartadas donde los recursos sanitarios son escasos.
Además, la falta de información y la automedicación siguen siendo barreras importantes. Muchas personas recurren a remedios caseros o usan medicamentos de forma intermitente, lo que empeora el pronóstico y favorece la aparición de crisis graves.
El acceso a inhaladores, espirometrías (pruebas diagnósticas) y terapias especializadas sigue siendo desigual en Colombia. En las grandes ciudades es más fácil conseguir atención especializada, pero en los municipios rurales, los pacientes muchas veces no tienen ni siquiera un diagnóstico confirmado.
Para enfrentar este problema de salud pública, los expertos hacen un llamado a las autoridades sanitarias a implementar estrategias integrales que incluyan: educación en salud respiratoria, acceso equitativo a tratamientos, formación médica continua y políticas públicas que reconozcan el asma como una enfermedad crónica prioritaria.
Mientras tanto, la población también debe estar atenta. Reconocer los síntomas, acudir a valoración médica y evitar la automedicación pueden marcar la diferencia entre una vida limitada por la enfermedad y una vida plena con ella controlada.
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