Tenemos que hablar del futuro de nuestro departamento, porque lamentablemente, en los últimos 20 años, no hemos tenido ni pasado ni presente. Los sucesivos gobernadores han fallado en pensar el desarrollo del Huila con visión de largo plazo. Sus planes se han limitado al corto plazo, diseñados apenas para cubrir los cuatro años de su mandato, y en algunos casos, ni siquiera eso.
Ha faltado liderazgo para impulsar las grandes inversiones que necesita el departamento. Basta con mencionar una sola obra de trascendencia nacional: la tan cacareada Ruta 45. ¿En qué quedó? En una vía de solo dos carriles, con el paso por Pericongo aún en veremos. Ni siquiera se contempló la construcción de un tercer carril, como ocurre en la carretera entre La Mesa (Cundinamarca) y Bogotá por Mondoñedo, que ha mejorado sustancialmente la velocidad promedio de los vehículos.
Las equivocaciones han sido constantes y protuberantes.
Sin embargo, hay caminos posibles. Siguiendo las recomendaciones del doctor Gabriel Jaramillo Sanín —profesional caldense, especialista en mercadeo y administración, y hoy filántropo comprometido con la transformación de la Orinoquia colombiana— encontramos inspiración en un modelo exitoso. En el estado de Mato Grosso, Brasil, hace solo 22 años no había nada. Hoy, esa región registra algunos de los mejores indicadores Gini del continente, gracias a líderes que piensan como ganadores y no como perdedores. El plan para la Orinoquia, diseñado por Fedesarrollo, contempla una transformación similar en una región que equivale a una cuarta parte de Mato Grosso. Colombia ya comenzó a avanzar.
Curiosamente, somos los mayores quienes solemos pensar en el largo plazo, mientras que los jóvenes, con su afán, se enfocan en el corto plazo. Pero lo cierto es que el Huila necesita urgentemente un plan de desarrollo económico y social serio, estructurado y de largo aliento. Uno que incluya a todas las regiones del departamento sin excepción.
Ese plan debe contemplar acciones estratégicas en agricultura industrializada, energías limpias, industrialización, vivienda, turismo, minería e inclusión financiera. Debemos trazarnos metas similares a las proyectadas por Fedesarrollo para los 250.000 km² de la Orinoquia.
Siempre me ha preocupado el atraso económico y social del norte del Huila. Sus tierras, ubicadas entre Neiva y Colombia, en ambas márgenes del río Magdalena —Palermo y Aipe en la izquierda, Tello, Baraya y Colombia en la derecha— son amplias, subutilizadas, y tienen enorme potencial productivo. Se pueden hacer muchas cosas allí, y muchas de ellas son de fácil ejecución si hay voluntad y planificación.
El proyecto del distrito Hobo–Campoalegre–Rivera–Neiva es una obra estratégica que debemos impulsar. De igual manera, debemos comprometernos con la construcción de cientos de pequeñas presas interconectadas, con capacidad entre 100.000 m³ y 1.000.000 m³, para almacenar agua en épocas de invierno. También hay que avanzar en la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas en los ríos Baché y Aipe, cuyos estudios de factibilidad ya están disponibles.
Para hacer realidad este plan, señoras y señores, se necesita algo que ha hecho falta en el Huila por demasiado tiempo: conocimiento, gerencia y liderazgo.
Julio Bahamón








