EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE
A partir del 1 de enero de 2026, los productores de leche en Colombia enfrentarán un nuevo desafío que puede alterar drásticamente la dinámica del sector lácteo. Según el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Colombia y Estados Unidos, la leche en polvo proveniente de EE. UU. podrá ingresar al país sin aranceles, lo que pone en grave riesgo a más de 300.000 pequeños ganaderos colombianos que dependen de este sector para su subsistencia. La eliminación gradual de aranceles ha sido una estrategia económica que busca facilitar el comercio. Sin embargo, la realidad que enfrentan nuestros productores no es tan sencilla.
El panorama se torna oscuro cuando consideramos que los productores norteamericanos gozan de arancel cero y subsidios que les permiten vender su leche a precios mucho más bajos que los de los agricultores colombianos. Esta diferencia de costos se traduce en una competencia desleal que amenaza la viabilidad de las familias que han dedicado su vida a la lechería en Colombia. La leche, un producto básico y esencial, se convierte, de esta manera, en un campo de batalla donde los grandes productores internacionales tienen una ventaja significativa.
Uno de los aspectos más preocupantes relacionados con la entrada de leche en polvo sin aranceles es su impacto en las operaciones de acopio de leche en diversas regiones de Colombia. El costo del transporte y otros factores asociados al acopio determinan el precio que los productores reciben por su leche. Esto significa que muchas empresas acopiadoras podrían verse obligadas a reducir costos, optando por dejar de comprar leche en zonas remotas o de difícil acceso. La consecuencia directa sería la exacerbación de la desigualdad territorial en la recolección, ya que algunas áreas verán una disminución notable en la recolección, mientras que otras, especialmente las cercanas a plantas de pasteurización, experimentarán un aumento en el volumen de acopio.
La necesidad de adaptarse se convierte en una cuestión de supervivencia. Los productores deberán evaluar la posibilidad de trasladar sus fincas o, en el mejor de los casos, implementar estrategias para mejorar la calidad de su leche, asegurando que cumplan con los estándares requeridos por la industria. Aquellos que logren producir leche de alta calidad, sana y con bajo riesgo de deterioro serán los que, en última instancia, salgan beneficiados en un mercado cada vez más competitivo.
Es fundamental reconocer que la respuesta a estos desafíos no radica exclusivamente en la producción; también se encuentra en la innovación y en la capacidad de los ganaderos de adaptarse a nuevas tecnologías. Implementar sistemas de enfriamiento de leche y mantener la cadena de frío son pasos necesarios para garantizar que el producto final sea competitivo en términos de calidad. Sin embargo, estas inversiones requieren capital y apoyo, elementos que a menudo son escasos para muchos pequeños productores.
El Gobierno Nacional y los entes territoriales enfrentan la responsabilidad de crear un entorno que fomente la competitividad y la resiliencia del sector. Programas de capacitación, acceso a financiamiento y asistencia técnica pueden servir como un salvavidas para los productores que buscan sobrevivir en un mar de competencia desleal. Además, es crucial que se implementen políticas que regulen y monitoreen las importaciones, previniendo así la inundación del mercado colombiano con productos subsidiados que ahogan la producción local.
