En la madrugada del 24 al 25 de mayo, Rusia ejecutó su ofensiva aérea más intensa desde el inicio de la invasión a gran escala en 2022. El ataque incluyó el lanzamiento de 298 drones y 69 misiles contra múltiples regiones de Ucrania, con Kiev como epicentro. Según las autoridades ucranianas, al menos 12 personas, incluidos tres niños, perdieron la vida, y decenas resultaron heridas. En el distrito capitalino de Golosivsky, escombros cayeron sobre un edificio residencial de cinco pisos, causando daños significativos.
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El alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, instó a los ciudadanos a buscar refugio ante el sonido de explosiones en diversos puntos de la ciudad. “Las fuerzas de defensa aérea están trabajando. La capital está siendo atacada por drones enemigos”, afirmó. Las defensas aéreas ucranianas lograron interceptar parte de los proyectiles, pero la magnitud del ataque superó las capacidades de respuesta inmediata.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, condenó el ataque y solicitó a la comunidad internacional una respuesta más firme. “Esta brutalidad no puede detenerse sin intervención. Con cada bombardeo, el mundo se da cuenta de que la razón de por qué la guerra continúa está en Moscú”, expresó . Zelenski también alertó sobre posibles ataques adicionales con misiles, instando a la población a mantenerse en alerta.
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Este ataque coincide con un reciente intercambio de prisioneros entre Rusia y Ucrania, donde 307 prisioneros de guerra rusos fueron intercambiados por el mismo número de militares ucranianos. A pesar de este gesto diplomático, la escalada de violencia evidencia la fragilidad de los esfuerzos por alcanzar un alto el fuego y subraya la necesidad de una presión internacional más contundente para frenar las hostilidades .









