Diario del Huila

El ser y las marcas

May 24, 2025

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Por: José Eliseo Baicué Peña

Fue el norteamericano Abraham Maslow, pionero de la psicología humanista, quien afirmó que el ser humano busca, en el fondo, satisfacer una serie de necesidades que él clasificó en la famosa pirámide que lleva su nombre.

El psicólogo hizo una jerarquización de las necesidades dividiendo la pirámide en cinco niveles, las cuales se conocen como necesidades Fisiológicas, de Seguridad, de Afiliación, de Reconocimiento y de Autorrealización, de abajo hacia arriba, respectivamente.

Es decir, es una especie de modelo ideológico que activa la motivación humana desde la base de sus necesidades.

Hoy, el hombre se reviste de muchos elementos queriendo satisfacer un cúmulo de necesidades, al igual que en otros tiempos, pero, hay una diferencia: pareciera que hoy arremete un frenético deseo de la mano del consumismo.

Un consumismo que no tiene límite y que no respeta ideología ni credo alguno. ¿Qué está ocasionando esta inusitada ideología?

Los expertos sostienen que hay varias respuestas a ello. Que influyen los retos de la modernidad, el contexto cultural, la noción de progreso, la figuración, el protagonismo social y hasta la religión y la política.

No obstante, hoy se da la discusión en torno a que ha habido una transición del ser al tener. Y, ello, me recuerda a Erich Fromm, con sus postulados teóricos sobre esta condición del ser humano.

Pues, el ser implica conexión con uno mismo, con los demás, un ser que se nutre de creatividad y de capacidad de producir ideas nuevas para mejorar la relación con el mundo. Una metamorfosis paulatina que lleva al ser humano a producir para sí y contribuir con los demás seres.

Ahora bien, el tener ha llegado a unas dimensiones insospechadas logrando convertirse casi en fuente de alienación centrada en la acumulación de bienes materiales en el afán de acumular para mostrar, exhibirse; una especie de conversión momentánea en un lugar específico, en una hora específica y con un propósito específico.

Este protagonismo del ser ha llegado a convertirse en una preocupación que afecta el encuentro con uno mismo y, por ende, con los demás.

Un ejemplo claro de ello, es la persona aquella que durante su día se viste de marca en su ropa, zapatos y reloj, pero, al llegar a su casa, al despojarse de todos esos atuendos, lo único que queda es su ser, su esencia, su persona. Tal vez, allí, logra encontrarse “otra vez”, consigo misma. ¿Qué opina usted?

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