Por; Alfredo Vargas Ortiz
Durante la administración del exalcalde Rodrigo Lara Sánchez, en la ciudad de Neiva, se implementó un proyecto que prometía ser un hito en la transformación social mediante el arte y la cultura: Manos y Sonidos para la Paz. La iniciativa, liderada por Raúl Rivera Cortés, entonces secretario de Cultura, se desarrolló bajo el paraguas de la estrategia Territorios para la Vida, la Convivencia y la Paz, impulsada por el suscrito en la Secretaría de Gobierno y Convivencia Ciudadana.
Inspirado en la consigna «Cuando un niño toca un instrumento, nunca empuñará un arma», el programa partía del reconocimiento de que los problemas de seguridad y convivencia no pueden resolverse únicamente a través de la fuerza pública. La verdadera transformación —afirmaban sus impulsores— debía comenzar por la prevención, brindando a niños y jóvenes oportunidades reales de cambio a través del arte.
Con una inversión superior a los 900 millones de pesos, el proyecto benefició a cerca de 360 niños, niñas y adolescentes de siete comunas urbanas y tres corregimientos (Fortalecillas, Caguán y Guacirco). Bajo la dirección del maestro Norbarion Valencia Colmenares y un equipo de formadores musicales, se dotó a los jóvenes con instrumentos sinfónicos, iniciando un proceso formativo que despertó el talento artístico y el compromiso colectivo.
Los resultados no tardaron en evidenciarse. Las presentaciones musicales de estas jóvenes promesas conmovieron al público en distintos escenarios, no solo por su calidad artística, sino por la profunda carga simbólica que representaban: niños vulnerables que, gracias a la música, encontraban una vía de escape a la violencia estructural que los rodeaba.
Padres y madres de familia acompañaron el proceso con entrega ejemplar, convirtiéndose en aliados activos del proyecto. Las más de 300 familias involucradas veían en este esfuerzo una luz de esperanza para sus hijos.
Sin embargo, a pesar de los logros evidentes, el proyecto fue desmantelado durante la administración del exalcalde Gorky Muñoz Calderón, y finalmente sepultado por la actual administración de Germán Casagua Bonilla. Lejos de darle continuidad o fortalecerlo, se optó por lanzar una nueva propuesta de banda metropolitana, que —según denuncias recogidas — dejó en el abandono una gran cantidad de instrumentos, hoy deteriorados y en desuso por negligencia institucional.
Este giro en la política cultural del municipio ha sido duramente cuestionado por expertos, docentes y líderes comunitarios, quienes señalan que se desconoció el impacto positivo del proyecto en el tejido social. «Les quedó grande entender que el arte y la cultura son herramientas reales contra la violencia», afirma uno de los exfuncionarios vinculados al programa, quien prefiere mantener el anonimato.
El caso de Manos y Sonidos para la Paz pone en evidencia una preocupante falta de continuidad en las políticas públicas y una visión cortoplacista que privilegia el olvido sobre la consolidación de procesos exitosos. Más de 360 familias vieron truncados sus sueños e ilusiones, mientras una estrategia que pudo convertirse en referente nacional fue archivada sin mayor explicación.
La pregunta que queda en el aire es: ¿por qué se enterró y silenció un proyecto que funcionaba, transformaba vidas y promovía la paz desde las raíces?








