Diario del Huila

38 días para cambiar el futuro laboral en Colombia

May 20, 2025

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Por: Felipe Rodríguez Espinel

En un giro inesperado que reescribe las reglas del ajedrez político colombiano, la reforma laboral ha resucitado cuando muchos la daban por sepultada. Este proyecto, pieza angular de la agenda gubernamental, ahora enfrenta una carrera contra el reloj legislativo que definirá no solo su destino, sino posiblemente el rumbo del país en materia de relaciones laborales por años.

La maniobra política que permitió revivir la reforma tras su hundimiento, evidencia una paradoja fascinante. Fue la oposición quien le dio una segunda vida, más interesada en torpedear la consulta popular que en la reforma misma. Esta jugada estratégica, que dejó visiblemente descolocado al oficialismo, revela la complejidad del tablero político actual, donde las victorias y derrotas ya no siguen los patrones tradicionales.

El escenario actual plantea interrogantes profundos sobre la gobernabilidad y la capacidad de construir consensos. Con apenas 38 días disponibles para tramitar lo que usualmente tomaría meses, estamos ante una verdadera prueba de fuego para la institucionalidad democrática. La pregunta no es solo si hay tiempo suficiente, sino si existe voluntad política real para encontrar puntos de encuentro en un tema tan sensible como el laboral.

La composición de ponentes, con representantes de ocho partidos distintos, sugiere un esfuerzo por equilibrar fuerzas. Pero,  la cuestión es si este equilibrio se traducirá en un debate sustancial o en una simple posposición del desacuerdo. El cronograma apretado, para la discusión del articulado, parece insuficiente para abordar la complejidad de una reforma que pretende transformar profundamente las relaciones laborales en Colombia.

El contenido mismo de la reforma merece un análisis desprovisto de apasionamientos ideológicos. Mientras los defensores destacan la protección de derechos laborales, formalización del empleo y mejora de condiciones para los jóvenes, los críticos advierten sobre la potencial destrucción de 500.000 empleos formales, dato que no puede ignorarse en un país con tasas de desempleo e informalidad ya de por sí alarmantes.

El dilema que enfrentamos no es menor. ¿cómo equilibrar la protección de derechos laborales con la necesidad de mantener la competitividad empresarial? Esta tensión, presente en democracias de todo el mundo, requiere soluciones innovadoras que superen la falsa dicotomía entre bienestar laboral y desarrollo económico.

El trámite legislativo nos enseña que las reformas profundas rara vez sobreviven intactas al proceso parlamentario. Es probable que, de aprobarse, esta reforma emerja considerablemente modificada, buscando un punto intermedio que no satisfaga plenamente a ninguna de las partes. El riesgo de obtener una versión diluida, que no cumpla sus objetivos originales ni resuelva las preocupaciones empresariales, es considerable.

Este episodio revela las fracturas de nuestro sistema político. La incapacidad para construir acuerdos sustanciales nos condena a ciclos de polarización que obstaculizan el progreso colectivo. Una reforma efectiva requeriría un diálogo social amplio y genuino, no un trámite express impulsado por cálculos políticos. Para el 20 de junio sabremos si Colombia cuenta con una nueva legislación laboral o si, como tantas otras iniciativas, esta quedará sepultada en el archivo silencioso.

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