DESHOJANDO MARGARITAS
POR MARGARITA SUÁREZ
El reciente fallecimiento de Daniel Fernández Strauch, uno de los 16 supervivientes de la tragedia de los Andes, ha revivido un episodio que dejó muchas lecciones de vida. Los hechos ocurrieron hace 53 años cuando un vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya, fletado para transportar a un equipo de rugby a Chile, se estrelló en la cordillera de los Andes. Viajaban 45 personas entre jugadores y familiares. Sobrevivieron 29 pasajeros y terminados los 72 días perdidos en la nieve, quedaron con vida 16. Al conocerse el espeluznante hecho que los sobrevivientes se alimentaron con los cadáveres de sus compañeros fallecidos, hizo que el grupo pasara de héroes a villanos. Mostró lo que somos capaces de hacer para sobrevivir. Aquí recuerdo a un tío que estuvo en la guerra del Perú. Cuando en la mesa, no comíamos algo con el argumento “no nos gusta”, enseguida reviraba: “Lo que pasa es que no tienen hambre”. Y ahí venía su historia “en la guerra comíamos fríjoles podridos y ratas, para saciar el hambre”. En la tragedia de los Andes, Daniel, ingeniero agrónomo, junto a sus primos, se encargaron de la disección de los cadáveres. En una entrevista relató que ellos eran los únicos que sabían «qué cuerpos se habían utilizado».
Nando Parrado, otro sobreviviente, contaba en sus conferencias, que la mayor impresión la recibió al regresar y darse cuenta que en su hogar ya no existía. Todo seguía su curso, su espacio estaba ocupado, en su habitación quitaron muebles y enseres, regalaron su ropa y solo había una foto suya con una cinta negra, encima de la chimenea. Daniel, contaba lo que pasó cuando uno de sus hijos sufrió un accidente al quedar atrapado en la puerta de un garaje. Estuvo en coma tres días y los médicos le aseguraban con argumentos científicos que moriría o quedaría inválido. La experiencia le permitió manejar de manera asombrosa el caso. “Yo lo miraba en su cama inconsciente y sabía que saldría. Y, en efecto, sanó perfectamente”, decía. La siguiente frase nos hace comprender muchas cosas: “Ya conocía esa zona gris entre la lógica y la esperanza más porfiada. La ciencia, a la que dediqué buena parte de mi vida, es duda; la espiritualidad es fe. Eduqué a mis hijos en esa actitud, que es como la silueta de la cordillera».








