Nuestros antepasados nos recomendaban una frase que todavía recordamos, cuando nuestros profesores de la educación primaria y secundaria nos la reiteraban: “la decencia no pelea con nadie”. Actualmente esta expresión cobra vigencia en nuestra vida cotidiana. Este principio debe ser una ruta que debemos seguir en cada una de las actuaciones que desarrollamos en un diario acontecer. En las interacciones personales que tenemos en las diferentes actividades que desarrollamos, debe primar siempre el respeto. Debemos demostrarse siempre frente al pensamiento de los demás. Cada uno de nosotros, debemos tener en cuenta, que los seres humanos piensan de manera independiente. Nadie es dueño de la verdad absoluta. No podemos seguir alimentando la confrontación política, que siempre ha existido durante décadas y que algunas veces son los que causan y generan la violencia política absurda que está generando muerte y desolación en algunas regiones del país. Las organizaciones narcoterroristas han venido aprovechando este caos gubernamental para incrementar su criminalidad y que son de común conocimiento de la sociedad colombiana.
No hay derecho que se sigan irrespetando desde el interior del ejecutivo, a las diferentes ramas del sector público. El presidente de la República representa y simboliza la unidad nacional y debe garantizar los derechos y libertades de todos los colombianos sin excepción. Así lo reza la Constitución Política Nacional. En un acto público que presidía en un municipio de la Costa Caribe, en medio del fragor del discurso que pronunciaba empezó a pronunciar madrazos contra el presidente del Senado, Efraín Cepeda y que solamente los funcionarios que lo acompañaban lo empezaron a aplaudir. Algo que nunca se había visto en la historia de la República. Y Como si fuera poco, el ministro de Salud y Protección Social, Guillermo Alfonso Jaramillo en un acto público que presidió en el municipio de Puerto Gaitán Meta, a puros madrazos la emprendió contra la Gerente de la ESE Local, la distinguida galena María del Carmen Rodríguez. Esta actitud grosera fue rechazada de forma unánime, por la sociedad llanera.
Los obispos y sacerdotes durante la Semana Mayor advirtieron sobre los peligros de que el país siguiera transitando por la ruta de la polarización. Esas vulgaridades deben quedar para los bares y antros donde se viven estos ambientes. Nunca debe coexistir esta terminología en boca de un funcionario público. No se justifica este actuar frente a los demás servidores públicos. La opinión pública nacional e internacional, han condenado estas actitudes groseras y salidas de tono, que riñe con la sana convivencia que debe reinar entre las familias colombianas. Para ser claros, es una actitud que, si bien puede ser de buen recibo entre los seguidores más fieles, también alimenta la sensación de rechazo hacia la majestad de la presidencia por parte de la opinión pública.







