Con un emotivo funeral en la basílica de Santa María la Mayor, la Iglesia Católica despidió a Francisco, el papa argentino que pidió un entierro sencillo, sin adornos ni símbolos de poder. Su sepultura marca el inicio de una nueva etapa: la elección del próximo líder de la Iglesia. Esta vez, a diferencia de transiciones anteriores, no habrá renuncia ni presencia de un pontífice emérito, solo el recuerdo de quien quiso ser llamado simplemente «obispo de Roma».
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Son 135 los cardenales menores de 80 años que tienen derecho a voto en el cónclave que definirá el futuro pontificado. Representando a 71 países, ellos deberán reunirse en la Capilla Sixtina una vez concluidos los Novediales, el período de nueve días de misas en honor al papa fallecido. De acuerdo con las normas vaticanas, el cónclave podría comenzar entre el 5 y el 10 de mayo, dependiendo del cierre de las ceremonias fúnebres, en un ambiente de expectativa y tensiones internas.
Los cardenales ya han iniciado encuentros informales para perfilar el tipo de liderazgo que necesita la Iglesia. Muchos coinciden en que buscan a un “unificador”, un líder capaz de tender puentes entre distintas corrientes internas. Algunos, como el cardenal Jean-Claude Hollerich, reconocen sentir «aprensión» pero también «esperanza» ante la responsabilidad de elegir a quien guiará a más de 1.300 millones de fieles en todo el mundo. La composición del colegio cardenalicio, en su mayoría nombrado por Francisco, refleja una apuesta por la diversidad geográfica y cultural.
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Mientras surgen nombres de posibles sucesores en la prensa internacional, los purpurados insisten en que el próximo papa deberá ser sencillo, accesible y conciliador. Aunque voces conservadoras como la del cardenal Gerhard Müller advierten de un posible cisma si se elige a un progresista, otros, como el hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, apuestan por un líder humilde que fortalezca la unidad. En medio de tensiones, la Iglesia Católica se enfrenta a un momento decisivo que marcará su rumbo en los años venideros.
