AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
Las circunstancias especiales que rodean al pueblo colombiano enfrentado a una polarización ideológica por el poder y que trae como consecuencia la inestabilidad institucional, ha cobrado una dimensión que se acrecienta en forma tal que pone al ciudadano del común en una gran encrucijada nacional para el próximo proceso electoral.
Y todo podría tener un buen augurio, si llegáramos a pensar que las elecciones por sí solas, han de solucionar los problemas que hemos enfrentado y que seguiremos enfrentando después de dicho proceso, pero la realidad es otra completamente diferente.
Una sociedad descuartizada en movimientos políticos, en fracciones de quienes han optado por manejar el poder y desde ese foco de “la democracia de papel” que hemos vivido, crear partidos políticos y encontrar reconocimiento económico y financiero desde el Estado mismo, hace parte de que sigan apareciendo esa serie de grupúsculos que se coaligan en determinado momento por alcanzar las formas de obtener representación en el poder y seguir esquilmando el erario público, como ha sucedido a lo largo de estos últimos cien años.
No se avizora en el panorama nacional, un movimiento que concite la esperanza y la posibilidad de una reconciliación, cuando se habla en esta Semana Santa, de un proceso de reflexión, de esperanza y de grandes posibilidades de cambio en la forma de ser y de pensar de los colombianos, porque en el fondo, lo que se vive con preocupación, con miedo y con mucho terror, son los actos vandálicos que atropellan a los feligreses y a los ciudadanos del común, en plena época de reconciliación.
Si estamos viviendo y seguimos perpetuando esa época de crisis y de violencia, como antes de cualesquier diálogo de paz, y si seguimos modificando las formas y los elementos de búsqueda de una paz y de una convivencia nacional y pregonamos una supuesta justicia social, será menester recurrir a esta clase de atropellos y de actos de terrorismo para ganar adeptos y seguir en la búsqueda de un modelo y un estilo de gobierno que nos ofrezca la seguridad y la tranquilidad a los colombianos.
Estamos convencidos de que hemos perdido el derrotero de lo que es la participación ciudadana en la formulación de procesos de integración social, que hemos perdido el rumbo de la nacionalidad y que fácilmente hemos trastocado el lenguaje mismo y las acciones que nos corresponden, para construir ruinas sobre las mismas ruinas que hemos conocido.
El pesimismo sobre nuestra clase política tradicional y la que pueda surgir para transformar esos procesos sociales que tanto se requieren, no nos permiten avizorar un futuro halagador, cuando en el trasfondo lo que siempre se busca y se ha prohijado son todos los fenómenos de corrupción, de caos y de criminalidad que se enmarcan en las políticas oficiales y en los procesos de aplicación de los recursos públicos, para beneficiar a unos pocos y contrarrestar la trasparencia en beneficio social.
Lamentable que la misma ciudadanía termine siendo víctima de la manipulación de políticos y de dirigentes que prohíjan y patrocinan la violencia, que solo se vea en el Gobierno, el gestor de todo este desmoronamiento y lo que es la búsqueda de elementos y formas de organización social desde las bases, no esté adelantando las acciones para decantar y ejecutar los procesos de renovación, de socialización y de depuración de nuestras huestes sociales en la formación de quienes han de liderar el proceso histórico que un día esperamos para bien de nuestra sociedad, en tanto, nuestra clase política, solo vive de su desprestigio y del autoelogio del manejo del poder, como los salvadores de la patria.








