DESHOJANDO MARGARITAS
Por Margarita Suárez
A pesar que tenía 89 años, el fallecimiento del escritor peruano, Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, sorprende. Parecía eterno. Vargas Llosa fue una de las figuras más importantes de la literatura hispanoamericana contemporánea. Escogió su oficio desde niño, no hizo caso a su padre que quería que estudiara una carrera como abogado o médico. Vargas Llosa decía que “la vejez significa acumulación de experiencias, lo que entraña una cierta sabiduría, que no pueden tener los jóvenes. La vida es tan maravillosa precisamente porque tiene un fin”. Quería que la muerte lo hallara trabajando, escribiendo y sobre todo no morir en vida. Hasta sus últimos días escribía a mano, con tinta, en cuadernos, como empezó su oficio, nunca usó computador. Creo que con el tiempo ajustó su pensamiento sobre la vejez, en el cuento “Vientos”, surgido al romper su relación con Isabel Presley, después de ocho años de convivencia. En esta obra relata las crueldades de la vejez y la decadencia. Suelta frases sarcásticas como: “Todas las noches, parece mentira, desde que cometí la locura de abandonar a Carmencita, mi mujer por muchos años, pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena. Ya me olvidé del nombre de aquella mujer por la que abandoné a Carmencita; volverá a mi memoria, sin duda, aunque, si no volviera, tampoco me importaría. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz. Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí”. Como dice un amigo: “Nadie te enseña, nadie te prepara y de repente comienzan los estragos”. La gran pasión de Vargas Llosa fue la fiesta brava, de la cual fue su gran defensor. Tuvo la suerte, inesperada para muchos, de ver triunfar de manera estruendosa y excepcional, a su paisano de 29 años, Andrés Roca Rey, considerado hoy el mejor torero del mundo. Este récord le trajo una gran felicidad. El mundo fue testigo de su admiración mutua. DEP “Varguitas”, como le decía la tía Julia, su primera esposa.
