Las guerras mundiales nos han enseñado que cuando las potencias entran en conflicto, el impacto siempre trasciende sus fronteras. La última semana ha sido quizá la más volátil desde los inicios de la Pandemia para el comercio mundial, y aunque en el presente siempre será difícil percibir el impacto de las acciones a futuro, la batalla arancelaria entre Estados Unidos y China nos confirma el inicio de una época que cambiará el rumbo comercial entre los países.
Durante los últimos días, manteniendo una estrategia política en ofensiva, Estados Unidos elevó los aranceles a productos chinos hasta un 125%, y desde el lejano oriente respondieron con tarifas de hasta el 84% sobre mercancías americanas.
Este ajedrez político, más que comercial, despierta en mí algunas dudas. ¿Podrán las industrias chinas mantener su crecimiento, sabiendo que su mayor valor competitivo son los bajos costos en producción y distribución?, ¿Es la marca “hecho en China” lo suficientemente fuerte en pleno 2025 para pagar un poco más por sus productos?, ¿Puede E.E.U.U. darse el lujo de perder un mercado de 1.3 billones de consumidores?, y ¿Cuál de los dos dará el brazo a torcer primero?
Todas esas cuestiones las analizaremos a profundidad con el pasar de las próximas semanas. Pero hoy, pensando en Colombia, me cuestiono cómo afectará esto al país, a los ciudadanos, y a las empresas nacionales.
Afortunadamente, si es que se puede contemplar así , Colombia fue incluida de manera sutil en el radar arancelario de la administración de Trump, por ahora.
Para todas las situaciones de tensión que han pasado entre los gobiernos de Trump y Petro, un arancel del 10%, en comparativa por ejemplo con el 46% propuesto para Vietnam, representa un parte de tranquilidad entre la tormenta. Sin embargo, para la competitividad de nuestras exportaciones, que ya de por sí cargan con más sobrecostos que las de muchos otros orígenes, no deja de ser un golpe fuerte a una economía ya afectada por la volatilidad de la moneda, la inflación persistente y la falta de apoyo del gobierno al sector industrial.
El sablazo arancelario lo recibimos junto con una propuesta de suspensión temporal de esta medida por 90 días para negociar y buscar salidas diplomáticas. Esta tregua, teniendo en cuenta la poca experiencia de la Canciller Sarabia, la Superintendente Rusinque y varias de las otras cabezas llamadas a dirigir las estrategias comerciales del Colombia, parece ser la crónica de una muerte anunciada, más que una pausa que traiga esperanza. Pero como toda tregua en plena guerra, nuestro deber es aprovecharla con inteligencia.
Desde las necesidades más inmediatas, el mayor riesgo para los colombianos no es el castigo arancelario directo, sino el desborde de efectos secundarios que esto generaría tanto para los ciudadanos, como para las empresas. Y aunque existan muchos panoramas e hipótesis con oportunidades y desafíos, una realidad que me genera incomodidad es saber que si Estados Unidos cierra sus puertas a los productos chinos, estos buscarán abrir otras. Eso significa más productos chinos, muchos a precios bajos e incluso subsidiados, que se enfocarán en nuevos destinos y socios comerciales que aún se disputan los chinos con E.E.U.U., como Colombia.
Creo que nuestro tejido empresarial y los millones de trabajadores que lo componen no está listo para afrontar una inundación de textiles, tecnología barata, materiales industriales o agroindustria procesada. En principio más oferta suena a sinónimo de bienestar y competitividad, pero ¿cómo afectaría esto al pequeño y mediano empresario colombiano, y a los empleos que este genera? ¿Qué capacidad tiene el Estado para proteger, sin caer en proteccionismo bruto, la base productiva local y la estabilidad laboral que esta genera?
Y, por otro lado, ¿qué deparará para las exportaciones de nuestros productos insignia como las flores, el banano, el café o el aguacate, que dependen profundamente del mercado estadounidense?, ¿Cuál será la estrategia que el gobierno actual va a seguir en una guerra donde se pelean nuestros dos mejores socios comerciales?
Colombia no tiene el músculo de Estados Unidos ni la densidad industrial de China, y mucho menos el consumo interno que tienen ambos, que les permite aguantar durante años este tipo de conflictos.
Pero lo que sí tenemos es la ventaja de la flexibilidad, pues aún somos lo suficientemente pequeños para movernos con agilidad en ambos bandos.
Para los ciudadanos y pequeños empresarios la clave está en no reaccionar con miedo, sino con visión. Mientras las potencias se pelean y fragmentan los puentes comerciales que han construido por años, nosotros debemos estar atentos para recoger las oportunidades que se generan, y aprovecharlas a nuestro favor. Recuerden que toda fractura puede ser una grieta por donde entra la luz.
Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,
Santiago Ospina López.








