Diario del Huila

Diciendo y haciendo

Abr 4, 2025

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Ruber Bustos Ramírez

Como caficultor de cuarta generación, he visto de cerca cómo el café ha sido el motor de nuestra familia y una fuente vital de sustento para muchas otras. El café ha sido el centro de nuestro trabajo, el orgullo de nuestra tierra, y ha jugado un papel fundamental en la economía del país. A lo largo de los años, hemos sido reconocidos como una potencia cafetera, se nos exalta en discursos y campañas, y recibimos visitas en épocas electorales. Pero, cuando realmente necesitamos que las promesas se conviertan en acción, la situación sigue siendo la misma.

Las lluvias recientes han dejado en evidencia la vulnerabilidad de nuestra infraestructura en los territorios rurales. En la mayoría de municipios del Huila, además de otros municipios cafeteros del país y límites departamentales, las emergencias han sido una constante: vías terciarias destruidas, acueductos colapsados, familias incomunicadas. No podemos controlar el clima, pero sí podríamos estar mejor preparados, si tan solo los gobiernos de turno cumpliesen con las promesas de inversión en infraestructura y servicios básicos.

Es cierto que han hecho esfuerzos, algunas obras se han realizado, pero los avances son insuficientes. Las carreteras, aunque en algunos tramos pavimentadas, se deterioran rápidamente con cada aguacero. Las vías terciarias siguen siendo, en muchos casos, intransitables en épocas de lluvia. El acceso al agua, vital para la vida y la producción, sigue siendo un problema recurrente en nuestra región. Mientras tanto, los informes y las cifras que llegan desde las ciudades, desde los escritorios de quienes toman las decisiones, no reflejan la realidad que vivimos día a día en el campo.

Ser una potencia cafetera no se demuestra solo con palabras, sino con hechos. Lo que necesitamos no son más discursos, sino una verdadera inversión en la infraestructura rural. Necesitamos carreteras que nos conecten, viviendas seguras, acceso a agua potable y saneamiento básico, pero sobre todo, un compromiso real para que nuestro trabajo, el trabajo que genera riqueza para el país, sea sostenible.

Si bien se han dado pasos, aún faltan muchas más y mejores obras. Los impuestos que se recaudan deben reflejarse en proyectos concretos que garanticen el desarrollo de las regiones rurales. El gobierno tiene la responsabilidad de actuar con diligencia y transparencia, y los gremios, por supuesto, deben seguir fortaleciendo el sector y su estructura, pero el respaldo gubernamental es esencial para avanzar.

El café no se cultiva con palabras, se cultiva con inversión, con infraestructura adecuada, con garantías para los caficultores y sus familias. Si realmente queremos mantenernos como una potencia cafetera, debemos dejar de lado las promesas vacías y empezar a construir, de manera efectiva, el futuro que nuestro campo necesita.

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