Por: Yamid Sanabria
Luego de la caída de la reforma laboral en la comisión séptima del senado, empezó la carrera contra el tiempo para posicionar un sentimiento de indignación (izquierda) o una línea discursiva de confrontación (derecha), en un escenario electoral sin claridad sobre la intención de voto a la presidencia.
Según el DANE en el mes de enero del 2025 en total nacional 40’425.000 personas están en edad de trabajar, de las cuales había 22’903.000 ocupados; y tenemos una tasa de desempleo de 11,6 % con los cuales se coloca el tema laboral en la opinión pública como un instrumento de disputa política.
El sector del Gobierno Nacional del presidente Gustavo Petro tiene como mensaje una reforma laboral con un horario nocturno desde las 7pm; recargos en domingos y festivos; mejores condiciones laborales que no garantizan los contratos de prestación de servicios; transformación de los contratos de aprendizaje, especialmente con el SENA; licencias remuneradas; contratos a términos fijos con límite a cuatro años y luego indefinido; entre otros temas para mejorar las condiciones laborales como forma de movilización social.
Por otro lado, un sector liderado por la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia – ANDI, en cabeza de su presidente Bruce Mac Master aducen que la reforma afecta directamente a las pequeñas empresas; lo cual se traduciría en más desempleo e informalidad laboral. Aunque sí pueden existir puntos de consenso para mejorar condiciones, difícilmente el empresario querrá reducir ganancias sino ve mayor productividad para mantener su punto de equilibrio.
Los partidos de derecha por naturaleza han logrado capitalizar los apoyos gremiales a su favor, creando un discurso primero de defensa institucional a las decisiones del Congreso, y segundo un escenario de debate permanente para ganar réditos ante los escándalos del gobierno por falta de ejecución presupuestal, corrupción, gobernabilidad, entre otros; con el fin de avivar el antipetrismo que casi impone a Rodolfo Hernández presidente en 2022.
Finalmente, la política electoral es una tormenta de intereses, que ha tumbado ministros, permeado a medios de comunicación oficiales y no oficiales, motivado a gremios y sindicatos, entre otros; para que el ciudadano tome la sombrilla que más se ajuste a sus espectativas en 2026, mientras los mandos medios sirven de “para rayos”.








