Por: Gerardo Aldana García
Cuán sublime es el arte de escribir un poema, un cuento, una novela. Lo es tanto que el creador de un verso, de un relato, se convierte en un padre, en una madre que ama cada verso, cada narración dado que, para hacerse realidad sobre las páginas de un libro, ha pasado todo el proceso de gestación; y antes de este, el escritor tiene en su intimidad los deseos o sueños; también miedos como alegrías, y entonces imagina cómo dará sentido y forma a un nuevo hijo. No es un asunto de romanticismo creer que un poema es tan valorado por su autor como un padre a su hijo. Y, al igual que la madre quiere que su hijo crezca y se desarrolle con éxito, también el escritor desea lo propio para su poemario, sus cuentos o su novela. Creo que si hay algo que entristece a un escritor es el hecho de no ser leído. Ciertamente, la razón de ser del creador de la escritura está en la capacidad que tienen sus textos de capturar la retina, y la emoción de un lector; bien sea para que lo ame o lo odie, lo aplauda o lo critique. Es una ofensa mayor para quien escribe saber que su obra, pese a que se encuentra en una biblioteca o en la red de internet, continúa intacta, con el celofán cubriéndola o en la virginidad de la página de la red que aún no siente la carica de un Me Gusta.
Es recurrente escuchar confesiones de escritores huilenses cuando en tertulias literarias expresan la frustración de que la última obra lanzada por alguno de ellos yace en cajas unidas a otras de su penúltimo libro. Ciertamente, la forma de rotación de su inventario se resume al acto de lanzamiento al que asisten los de siempre; es decir, los amigos literatos suyos, y uno que otro motivado por la noticia. Otros ejemplares son regalados por el autor a amigos y bibliotecas locales. Las ferias regionales o nacionales como la Filbo en Bogotá, permiten que cuatro, cinco o tal vez diez ejemplares, lleguen a lectores por la vía de la compra. Cuando es el Fondo de Autores Huilenses el que auspicia al escritor, entonces un número determinado de ejemplares circula a instancias de las jornadas del libro que lidera la Biblioteca Departamental Olegario Rivera, lo cual es sensiblemente loable. Pero es un hecho cierto que el número de ejemplares por edición de obra, hoy por hoy, es en promedio de doscientas unidades, y generalmente tal edición es pagada por el propio autor. La época en que se imprimían entre quinientos y mil ejemplares por edición ha quedado atrás; en los noventas e incluso en la primera década del siglo XXI.
Frente al panorama podría decirse que varias razones explican la baja rotación de la obra literaria del autor huilense; de hecho, una de ellas está ligada a la limitada capacidad promocional y de comercialización del creador. Hay una desconexión lamentable entre el creador y el mercado, por lo que se priva de ser visible. El escritor regional, mientras llega a tener el músculo literario de la fama, es un anónimo en el panorama nacional o internacional, lo que lleva a que difícilmente se convierta en objetivo de una editorial de prestigio articulada con redes eficientes de comercialización. Pero es también explicable la situación en la carencia de conocimiento del escritor regional en el acceso a plataformas confiables de comercialización del libro hacia un mercado especializado en donde se ubica una demanda indeterminada de lectores potenciales. Creo que al gran esfuerzo regional que hacen las tres editoriales de reconocimiento en Neiva, le hace falta agregar ese eslabón necesario de la red del mercado, desde el cual jalone e impulse la circulación de la literatura huilense. De alguna forma se le podría insistir a los entes de la cultura que incluyan en su actuar institucional este eslabón de la comercialización del libro; ciertamente, se les reconoce apoyos en la promoción, pero, se suele escuchar que comercializar no está en el objeto social de una entidad pública del sector cultura. Y, sin embargo, hay organismos con perfil más apropiado para ello; ejemplo, el Fondo Mixto de Cultura del Huila, una entidad de notable trayectoria en el departamento y Colombia, que tiene músculo institucional, y espero, también económico, para que desarrolle una estrategia concreta hacia el comercio del libro del autor huilense.
Ya no publicaré más libros para llevar en cajas a mi casa, le oí decir a una poeta de Neiva, luego de su más reciente viaje literario por España; y continúo: en lo sucesivo, será una editorial con capacidad la que me publique y circule mi obra. Creo que es justo reconocer que en la región hay escritores con producciones que tienen mérito para incursionar en la crítica literaria nacional o internacional, y por consiguiente en estos mercados; pero, como decía Carlos Ardila Lule cuando le preguntaron hace más de veinte años: si Usted quiebra y solo le quedan diez millones de pesos, ¿qué haría? A lo que respondió: pondría una tienda en un barrio, con un inventario de productos por valor de tres millones, e invertiría los siete restantes, en promoción. Bueno, lo ha dicho uno de los hombres más ricos en la historia de Colombia; seguramente el primero o segundo, por lo que los escritores regionales podríamos seguir este consejo.
Hablando de libros y de citas con autores huilenses, el pasado jueves 13 de marzo, en la Biblioteca Departamental, el escritor Luis Ignacio Murcia Molina, lanzó su nueva novela titulada: ¡YA NO MÁS, MARITZA!. Ya he empezado a leerla, encontrándola sumamente interesante y sobre la cual tendré el gusto de comentarla en mi columna, dedicando a esta, como a su padre-creador, mis opiniones; nacidas de mi gusto por la literatura regional, y mi admiración y respeto por los escritores huilenses.








