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Trabajo, sacri­ficio y fe: la historia de una mujer que nunca se rindió

Mar 8, 2025

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La vida no se queda con nada y el esfuerzo, amor, dedicación y paciencia, que tuvo Idaly Ñustes, para con su hermano, Angelmiro Ardila, quien desafortunadamente tuvo una complicación de salud en el hígado y falleció. Ella con el afecto de allegada, lo atendió cuando la muerte acechaba su lecho, pero el hombre era dueño de una zapatería y que tal vez en agradecimiento, le quedó a la mujer, puesto que hoy administra.

Ya van cerca de dos meses en que partió de la vida terrenal, el hermano, quien le inculcó el oficio de arreglar calzado.

Ahora, una de las tareas que tiene la sociedad opita, es trabajar en la disminución de la brecha salarial que afecta a las mujeres, son pocas las que ganan más de tres salarios mínimos, y esta situación estaría vinculada a la falta de formación académica que afecta a este grupo poblacional.

El oficio de zapatera

En homenaje a las mujeres guerreras, luchadoras que a veces los hombres no valoramos y que día a día trabajan por sacar adelante sus hijos, este medio de comunicación les rinde un pequeño cumplido. ¡No se dejen maltratar!

Tuvimos la oportunidad de dialogar con Idaly Ñustes, quien ejerce el oficio de zapatera, arregla calzado. “En la juventud labore arreglando calzado, en esos años no se cocía, uno mismo cortaba la suela, colocaba las tapas, a los de tacón cubano, había que ponerle las medias lunas, para esa época vivíamos en el barrio La Florida, cuando él se iba a coger café o a laborar en construcción, yo quedaba a cargo, y le reparaba el calzado a todos los vecinos”.

De manera posterior y en la época de juventud, el amor, tocó la ‘puerta’ de la mujer, quien se fue a la Costa Atlántica con su pareja, vivió 20 años, producto de esta relación tuvo hijo, y con el carácter formado a punta de sol y calle, ya que fue vendedora ambulante, indicó que no quiere hablar de este aspecto, porque le causa dolor.

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Vino a visitar la familia

Luego volví al Huila, vine de visita, y encontré en malas condiciones de salud a mi progenitora, y me hizo prometer que me iba a quedar, para que ayudara a mis hermanos”, indicó la operaria.

Ahora, la mujer administra un humilde puesto de arreglo de calzado en la carrera 4 entre calles 5 y 6, centro de Neiva, el mismo lo heredó de su hermano quien duró cerca de 50 años trabajando de zapatero, y tuvo complicaciones de salud que le produjeron su deceso.

“Este puesto es de mi hermano Angelmiro Ardila Ñustes, hoy lo tengo de herencia, y ahora ando trabajando, no quería volver a laborar en este oficio, porque me causa miedo la aguja con la que regularmente uno labora, pero gracias a Dios, aprendí este arte viéndolo a él”, dijo la operaria.

Asimismo, don Ricardo Agredo, otro zapatero del sector, le enseñó técnicas para trabajar sin terminar lesionada por la aguja y ya Idaly, lleva un año y medio administrando el local, ejerciendo un oficio regularmente hecho por hombres.

El instrumento en mención, tiene una punta para atravesar la suela, pero a la vez cuenta con una especie de gancho en sentido contrario, por este motivo, cuando la aborde para hacer la entrevista, decía que no podía desconcentrarse porque podía resultar herida.

La tragedia

“A mi hermano le dio cirrosis hepática, y solo le puso cuidado a la enfermedad cuando se le inflamaron los pies y el estómago, ahí se puso en control médico. Y en el Hospital Hernando Moncaleano, me colocaron psicólogo, para que me prepara ante la pérdida de mi hermano, ahí nos brindaron una buena atención”, recuerda Idaly.

La mujer, estuvo acompañándolo a reponerse de los terribles dolores producidos por el cáncer. Tras la muerte de Angelmiro, un hijo de él, pretendía quedarse con el puesto y hasta última hora quiso reclamárselo a su tía.

“Ya en la Comisaría de Familia, la abogada lo increpó, señalando que él debía de ayudar a la tía y le dijo: ¡si usted se pone de vulgar, lo pongo a que le pague todo el tiempo que la señora estuvo pendiente de su padre! Y debió hacerse cargo del señor. Él indicó que no le daba nada, que prefería ir a prisión”, relató la emprendedora.

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Trabajaba y lo cuidaba

“Sin embargo, la trabajadora social consciente que yo estuve asistiéndolo de día y de noche, me entregó toda la documentación, y como ya me había demandado, me indicaron que fuera a la Casa de Justicia e interpusiera una contrademanda. Él cuando iba regularmente terminaba peleando con el papá. Mi hermano en su lecho y se ponía era de grosero”, resaltó la testigo.

A la par de estar pendiente del cuidado del hermano, estando enfermo, la mujer, abría cuando podía la zapatería, pues según sus palabras con ello, se ayudaba para comprarle pañales y otros utensilios requeridos para este tipo de pacientes.

“Hasta que aprendí bien el oficio, a cobrar. Y tenía una pulidora para el arreglo de zapatos, pero vino mi hermano que trabaja en este oficio en el Guamo, Tolima, y me dijo que le hacía falta el motor, por este motivo se lo regale. Yo se que Dios más adelante, me va dar para comprarme uno pequeño”, expresa confiada la zapatera.

Sin apegos

“Uno no debe apegarse a nada, porque aquí estamos de paso, sin embargo, hay que valorar lo que uno tiene, yo aprecio mi puesto, día y noche doy gracias por lo que tengo. Anteriormente, laboraba de vendedora informal en los barrios, donde ofrecía velas de incienso, bolsas de la basura, y este oficio es una lotería, a veces se vendía todo, en otras oportunidades no, en otras uno perdía”, dice con cierto asomo de tristeza, Idaly.

En esa época, Angelmiro, sabiendo que su hermana trabajaba duro, se acercó y le dijo para eso usted tiene esposo, déjeme voy a hablar con él para que pague los servicios, y yo me encargo del arrendo, y no hay problema porque vuelvo hasta la noche.

“Un día me dijo, hermana, usted no se aburre en la casa encerrada, váyase para el puesto y mira como trabajó, y así va aprendiendo más. Ya no me queda grande nada”, dice con seguridad la mujer.

Gente trabajadora

Al preguntarle por sus progenitores, Idaly, hace uso de su memoria, como en un esfuerzo por desentrañar el pasado, y dice mi padre era pescador y mi madre, se llamaba María Nieves Ñustes, ella se dedicaba a las labores del campo, coger algodón, café, cortar ajonjolí. Era una señora de finca, el predio estaba ubicado en el municipio de Íquira, lo había dejado su progenitora.

“Ella era muy desprendida y le dejó para que un hermano, la administrara, posteriormente volvió y mi tío le dijo que no tenía nada que hacer por ese territorio”, dijo la operaria.

Y al preguntarle, ¿Cuánto se puede ganar diariamente?, indicó que es difícil saber, porque a veces arregla calzado, pero le pagan cuando termina de arreglarlos.

“Agradezco que ahora estoy mejor, porque ser vendedor ambulante es muy difícil, es lo más duro que hay en la vida, uno se asolea, o a veces se moja para poder vender un producto, además, si ya pasaron otros vendedores, peor aún, a veces termina uno con solo lo del pasaje de regreso para la casa. Por eso comprendo a los informales”, resaltó la emprendedora.

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