Diario del Huila

Pobreza energética

Mar 1, 2025

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Por: Álvaro Hernando Cardona González

Con las diferentes noticias y análisis que se ventilan en medios de comunicación especializados en nuestro país sobre la disminución de las actividades exploratorias y de extracción tanto de petróleo como de gas, se empieza hablar de la pobreza energética que es un término, que por la guerra en Europa desde hace tres años, ocasionada por la abusiva invasión rusa a Ucrania se ha convertido en un tema de creciente preocupación global. También ha ayudado a eso, las transformaciones que todo el sector energético ha empezado a producir.

Apoyándonos en un artículo ajustado y complementado publicado el pasado 20 de febrero de 2025 en Comunidad ISM, por María Aguado, titulado “La pobreza energética, la pobreza invisible que pocos conocen” podemos responder a la pregunta: ¿qué es exactamente la pobreza energética?

Este es un término que “surgió en respuesta a la crisis del petróleo de 1973, inicialmente vinculado con la escasez económica”, y que con el tiempo, a medida que los costos energéticos aumentaban, fue adquiriendo características propias, que permitió definirlo como un fenómeno separado de otras formas de pobreza y que “se refiere a la situación en la que un hogar no puede cubrir sus necesidades básicas de energía, como calefacción, electricidad o agua caliente, debido a que sus ingresos son insuficientes”.

La pobreza energética puede surgir ante: hogares con ingresos bajos que de pronto tienen dificultades para cubrir sus necesidades energéticas (calefacción o electricidad); el aumento de los precios de la energía, que aumentan de manera significativa afectando a las familias más vulnerables; e incluso, la ineficiencia energética de las viviendas que puede hacer, como en Neiva, que aumente la necesidad de consumo para mitigar el calor. Desde este diagnóstico deben partir las políticas públicas y las acciones para minimizar cada vez más y luego evitar este fenómeno. Es otra línea de trabajo que debemos emprender en búsqueda del desarrollo sostenible. Y va ligada, como debe ser este modelo, con el crecimiento en la calidad de vida de los colombianos.

Poner atención a esto es adelantarse en alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que incluyen la transición hacia energías renovables y el acceso a energía limpia y asequible. Si se abandonan paulatinamente los subsidios sin contrapartidas medibles, si aplicamos tecnología (viviendas sostenibles y menos pérdidas en transporte energía), si sinceramos el hecho de que no hay que impedir los proyectos sino cubrir todos sus impactos ambientales (más generación), y si generamos más y más empleos dignos, y otros, lo podemos lograr. Sin duda ¿queremos? Eso es otra cosa.

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