Por: José Eliseo Baicué Peña
Supongo que debe haber surgido por efectos de la aparente “modernidad” de quienes pretenden mostrarse más finos, intelectuales o de clase privilegiada. Me refiero a la creciente manía de tutear. Repito, supongo eso.
O, quizás, puedan ser otras razones que ignoro. Pero, en los últimos años, la fea y atrevida costumbre de tutear a personas que se acaba de conocer, a quienes no han dado ninguna confianza, con quienes no existe ningún tipo de familiaridad o vínculo cercano. ¡Qué atrevimiento!
He hablado con algunos amigos psicólogos, sociólogos y antropólogos sobre esta práctica, y me dicen que son varias motivaciones. Agregan que sin importar la razón, hasta podría llegar a ser aceptable siempre y cuando lo hicieran bien.
Algunos sostienen que pueden ser ansias de figuración, protagonismo o simplemente querer mostrarse como persona moderna o culta. Que es posible un deseo de adoptar otra personalidad que en su formación o cultura no pudo tener, o que, quizás, se quieren emular momentos o conductas vistas en televisión, cine o deseo de “pertenecer”, momentáneamente, a una clase social más alta. Una especie de querer ser alguien que no se es.
Se Tutea al del supermercado, al conductor del bus, al profesor, al vendedor de minutos, al de la fotocopiadora, a la secretaria, al jefe, al taxista. Y lo peor: se hace terriblemente mal, porque combinan el Tuteo con el Usted. Bueno, además del abuso de confianza que está de por medio.
Otros estudiosos del tema afirman que el tutear conlleva una forma directa de mayor conexión con el interlocutor. Y, es posible que sí. Pero, desde la perspectiva del emisor. Luego, entonces, es posible que la reacción de la otra persona no sea con la misma intención. Incluso, puede llegar a ser muy contraria y delicada.
Algunos especialistas afirman que para tutear sin problemas deben darse unas condiciones especiales en común como edad, sexo, trabajo, clase social, familia, grupos sociales, redes sociales especiales, deportes, clubes, amigos comunes, colegas, entre otros.
Un psicólogo social me comentó que de todas maneras lo mejor es preguntarle a la persona que si puede tutearla, pese a los espacios y momentos comunes que pueda haber. Es un acto de respeto, confianza y firmeza.
La próxima vez que intente tutear a alguien, asegúrese que están dados todas estas condiciones, pues, sino, está cruzando el umbral de conducta. Y, eso no está bien.
Y, si alguien le habla de Tú, no responda de la misma manera. Pues, si lo hace, está aceptando esa acción. La próxima vez piense muy bien a quién va a tutear.








