Por: Felipe Rodríguez Espinel
Pocas veces me he encontrado ante un escenario tan fascinante y desafiante como el que se presenta con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Es como ver una obra de teatro donde los actores son los mismos, pero el guion ha cambiado drásticamente.
Imaginemos por un momento el tablero de ajedrez de las relaciones internacionales. Trump mueve su primera pieza: aranceles del 25% para México y Canadá, 10% para China. A simple vista, parece un jaque a los grandes socios comerciales de Estados Unidos. Sin embargo, esta jugada abre ventanas de oportunidad para Colombia, que silenciosamente ha construido un comercio robusto con el gigante del norte, donde sorprendentemente, más de la mitad ya no depende del petróleo ni del carbón.
La relación entre el presidente Petro y Trump será como mezclar agua y aceite. Las posturas de Colombia sobre Gaza, los abrazos diplomáticos con Venezuela y el coqueteo con la Nueva Ruta de la Seda china son como piedras en el zapato para una administración Trump que promete ser más territorial que nunca. Los pasillos de Washington ya murmuran sobre una política exterior que no tolerará desvíos de sus aliados tradicionales.
El cambio en las reglas del juego del TLC es como cuando te cambian las condiciones de un contrato a mitad de camino. Las modificaciones en temas de arbitraje internacional y protección de inversiones no son simples ajustes técnicos; son señales de una nueva era donde las reglas las dictará Washington con más firmeza que nunca.
La crisis migratoria en el Darién es como una olla a presión que no para de calentarse. Medio millón de personas cruzando esa selva infernal en 2023 no es un número que Trump vaya a ignorar. Probablemente exigirá a Colombia cerrar el grifo migratorio, chocando frontalmente con la política de brazos abiertos del gobierno actual.
Sin embargo, no todo es gris en este horizonte. Colombia tiene ases bajo la manga: 144 productos en los que le gana a China, a Canadá y a México. Es como tener un menú diversificado para ofrecer justo cuando el cliente principal está buscando nuevos proveedores. El sector agroindustrial, es como una semilla lista para florecer en el momento preciso.
La clave está en aprender a bailar en la cuerda floja sin caerse. Los países que logren mantener el equilibrio entre Estados Unidos y China serán los ganadores en este nuevo orden mundial. Colombia, con su ubicación privilegiada y su economía cada vez más diversa, tiene todos los elementos para convertirse en el alumno destacado de esta compleja lección de diplomacia.
La relación Colombia-Estados Unidos es como un matrimonio de conveniencia que ha madurado con los años. Tendremos desacuerdos, discusiones acaloradas incluso, pero al final del día, la geografía, la historia y los intereses compartidos nos mantendrán unidos. El arte estará en hacer de esta unión algo provechoso para ambas partes.
