Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
Durante las festividades de navidad y de fin de año, tuvimos la oportunidad de salir a pasear con mi esposa Amparo y mi perro Motas, con el fin de cambiar de ambientes y compartir con familiares y amigos, las cuales nos dejaron hermosos gratos recuerdos por los momentos alegres que compartimos. Una característica que me causó mucha impresión fue cuando arribábamos a un restaurante o ventas en la carretera a degustar la maravillosa y variada gastronomía que presenta el departamento, fue que cada familia comensal llevaba una mascota, claro está que estaba amarrada debajo de las mesas. Hubo presencia de propios y masivos visitantes al territorio huilense, especialmente de otras regiones del país, los cuales identificaba de manera disimulada por las placas de los vehículos en que se movilizaban. Estos canes, se sentían felices transitando por las vías huilenses con sus amos. Claro está que mi Mascota Motas, no se cambiaba por nadie. Igualmente pude detectar que, en los hoteles, facilitaban la estadía de éstos, claro está cumpliendo con los protocolos de seguridad y los cuidados que se exigen para tal efecto.
Era un espectáculo maravilloso observar estos momentos, donde se veía la integración de hermosos animales con sus familias. Tradicionalmente en las familias se acostumbra a tener una mascota, que se convierte en un integrante más del núcleo afectivo de las personas. Mis padres afirmaban en vida, que “el perro es el mejor amigo de los seres humanos”. Cuando se le da un pedazo de comida en la mano, por muy bravo que sea éste, nunca le va a morder los dedos. He aquí la gran diferencia con los seres humanos. En muchas ocasiones, se les brinda apoyo, y en muchas ocasiones le cogen el codo y se convierten en personas ingratas. El perro no tiene ese estilo egoísta. Es apolítico. No tienen ideologías. En mi hogar nos sentimos muy orgullosos con Motas. Junto con mi esposa Amparo, representan la alegría y el bienestar emocional, en cada uno de los instantes que compartimos con este amigo perruno. Y cuando viajamos, siempre lo llevamos.
Ellos han venido para hacernos compañía y tienen una misión espiritual para apoyarnos en los momentos más difíciles de nuestras vidas. Se dejan llevar por el amor, el cariño y el cuidado. Son honestos, leales y en extremos fieles. Por este motivo se han ganado el título de ser el mejor amigo del hombre. Cómo quisiéramos que cuando tenemos la oportunidad de interactuar con los vecinos y extraños, nos diéramos un saludo sencillo. Mi madre decía en vida: un saludo no se le niega a nadie. Cuando vuelvo a mi hogar, el primero que sale a saludarme es Motas. Después lo hace mi esposa. Es inmensa la alegría que siente mi can cuando arribo. En cada uno de los espacios de mi casa, siempre está presente al lado mío, protegiéndome.
Inclusive cuando van a visitarme mis hijas Lisseth Estefanía y Paola Andrea, demuestra ese amor y cariño por mi entorno familiar. Los perros son terapeutas emocionales, jamás dudarían en acercarse a ti y darte un buen lengüetazo y acompañarte, si te sientes triste o desanimado. Su misión puede estar dedicada a una sola persona o a todo un colectivo. Muchos perros hacen labores impresionantes con una persona o pueden impactar a todo un grupo de personas, como lo sería una familia. Una mascota canina en una familia se convierte en un amigo inseparable, pero hay algunos secretos detrás de esa amistad. Más allá de lo que crees, ellos te eligen a ti y no al contrario. Incluso cuando tienes la oportunidad de “elegir” entre muchos perritos, el que te ha elegido se acercará a ti y ganará tu confianza y cariño para que lo selecciones. Y sabrás que has elegido bien, pero no fuiste tú quien eligió. Por este motivo debemos cuidarlos, consentirlos y estar pendientes de su alimentación y de su salud. Hay que retribuirles ese amor que sienten por nosotros. Por tal motivo, hay que llevarlos de viaje con nosotros.








