Diario del Huila

Electores arrepentidos por acción

Dic 30, 2024

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Por: Gerardo Aldana García

Al menos existen, genéricamente, dos clases de arrepentimiento. Arrepentimiento por acción, que surge de algo que se ha hecho. Y por Inacción, derivado de algo que no se hizo. El tema es que, dependiendo de los resultados de tal o cual decisión, habrá un efecto determinado que, desde la psicología puede ser estudiando en diferentes perspectivas, y los expertos consideran que influyen en la salud mental y bienestar emocional. La reflexión funciona perfectamente para los electores que en la pasada contienda eligieron presidente de la república para el periodo 2022 – 2026. Y claro, el ciudadano que votó, como aquel que no lo hizo, viven las consecuencias de su proceder ante las urnas. El hecho es que, según toda clase de estudios y encuentras que a diario se conocen en la opinión pública, el presidente de la Paz Total y de Colombia Potencia Mundial de la Vida, en sus dos años, cuatro meses y treinta días, ha tenido la característica especial y marcada de estimular el arrepentimiento en gran parte del pueblo colombiano. Podríamos referirnos, a continuación, a los arrepentidos por acción, y ubicar allí al menos a cuatro clases de ellos.

En primer lugar, están los electores que venían sumamente inconformes con los malos manejos de algunos de los gobiernos de partidos tradicionales, en donde los flagelos de corrupción, narcotráfico, guerrilla o paramilitarismo han hecho que el bienestar general haya sido constantemente afectado y amenazado hacia estadios más complejos de deterioro. Estos electores, lejos de ver materializada su legítima expectativa, presencian diariamente cómo su libertador y sus determinaciones se han convertido en un algo totalmente contrario al anhelado sueño. Es común escuchar en esta clase de arrepentidos, voces como: qué desencanto tan bárbaro; todos son lo mismo. En segundo lugar, figuran los dirigentes políticos de regiones, muchos de ellos hoy elegidos congresistas, gobernadores y alcaldes, que vieron en la propuesta del Pacto Histórico una opción clara de victoria, y por este medio acceder al beneficio de estar en la línea del máximo mandatario, esperando, unos, recursos para sus comunidades, y otros, contratos millonarios para aumentar sus arcas personales y cauda partidista. Es del caso destacar que en esta clase, los arrepentidos que gobiernan se han dado con una piedra en los dientes cuando, impotentes ven cómo sus regiones son drásticamente afectadas por la inseguridad en la que reina el poderío de los grupos al margen de la ley, todo por cuenta de una política nacional que ha mantenido durante los corrido el actual gobierno, acuartelados a los agentes responsable de regentar el orden; y bueno, es evidente que si no hay seguridad, la economía no podrá ser la mejor, por el contrario, es un paciente que pasó de observación a la habitación de control médico y que en cualquier momento puede pasar a la unidad de cuidados intensivos. Y en el caso de muchos de los congresistas aliados con la propuesta, ya ven cómo sus negociados y oscuras interacciones con delegados del gobierno, han traído para sus vidas tormentas tan recias que no solo comprometen su obstinado cometido de volver al congreso, si no que su dinámica personal y familiar puede estar pasándola muy mal.

Una tercera de clase de arrepentidos son justamente aquellos hombres y mujeres serios que han formado parte de la izquierda colombiana y que, durante décadas trabajaron en esquemas o estilos de dirigencia, unas veces en grupos al margen de la ley, y otras, inmersos en la legalidad fruto de transformaciones sociales, políticas y constitucionales, quienes vieron en la elección del actual presidente, cumplida su meta de tener el poder de dirigir un país, manejándolo y superando aquellos vicios que su discurso partidista alternativo censuró constantemente. Un sueño hecho realidad para que la izquierda colombiana, vestida ahora con un manto progresista, pudiese convertirse en un ejemplo de paz y desarrollo para las naciones de América Latina. Pero, vaya qué decepción la que esta clase de arrepentidos sufre cada vez que el señor presidente irrumpe el espectro virtual con un nuevo Twitter cargado de argumentos o desconcertantes pronunciamientos, absolutamente distantes de aquellos que debería generar un mandatario con visión de Estado. Hay que incluir en esta clase de arrepentidos a los servidores nominados por el presidente en carteras ministeriales que, queriendo hacer las cosas bien se estrellaron con la tozudez del máximo mandatario, y, al pretender hacer caso omiso de instrucciones presidenciales, a su juicio inconvenientes para el bienestar nacional, prefirieron renunciar; en unos casos, o en otros, fueron separados de sus cargos.

Por último, están los arrepentidos que siempre fueron de la izquierda y que, como cualquier colombiano viven los efectos negativos de decisiones que afectan la seguridad, la economía; la paz. Se suman igualmente aquellos frustrados prosélitos cuyas aspiraciones de trabajo o empleo en un gobierno del cambio, de progreso, no han llegado; y tal vez, no llegarán. Es decir, fueron preñados de ilusión y ahora viven un difícil parto de desilusión.

Pero es justo destacar que hay una categoría de colombianos salidos del esquema; es decir, no están arrepentidos. Podría tratarse de aquellas minorías que, pase lo que pase, siempre estarán con las banderas de la izquierda, incluso a costa del sacrificio de sus ideales estropeados por el mal ejercicio del poder cuando lo han tenido, cuando aún lo tienen. Esta categoría de colombianos tiene disciplina y está a la espera de conocer las instrucciones de su máximo y natural dirigente, el actual presidente, en términos de quién será su candidato a las elecciones presidenciales de 2026; entonces, se pondrán la camiseta y querrán jugársela toda, pensando en que, por segunda vez, podrán tener el poder. Pero, ahí si como dice el refrán popular, amanecerá y veremos, pues las condiciones electorales del país de hoy son diametralmente opuestas a las de 2022.

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