Diario del Huila

Petro y los politicos

Dic 21, 2024

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Por: Ernesto Cardoso Camacho

De los muchos males que aquejan a nuestra sociedad y por consecuencia al sistema democrático e institucional, como son sin duda alguna la violencia, el narcotráfico y la criminalidad; cada día es más evidente que el sistema político vigente, perverso y clientelista; es el gran responsable de tales males; pues sin duda alguna, la corrupción enquistada en todas las esferas del poder político es el que determina todas nuestras desgracias.

La llegada al poder del presidente Petro y su coalición del Pacto Histórico, cuya principal oferta de cambio fue la de combatir el clientelismo y la corrupción, se ha quedado en vana promesa populista, pues ya es indudable que los persistentes escándalos en los que ya están siendo judicializados altos funcionarios del Estado, demuestran que tal oferta estaba dirigida a ilusionar incautos. Desde luego dicha promesa de cambio fue adobada con otras de carácter económico y social en las que los avances han sido muy pocos, excepto en la referida a frenar la explotación de hidrocarburos y minerales para proteger el medio ambiente, a sabiendas del negativo impacto fiscal en los recursos del Estado.

El hueco fiscal que hoy padecen las finanzas públicas si bien es cierto en parte obedece a los efectos de la pandemia y al incremento desbordado en el costo de los combustibles, no justifica los graves errores del gobierno en el manejo presupuestal y en los bajos recaudos tributarios, pues al fin y al cabo la economía que ya venía resentida, se agravó con el entorno global y con la probada incompetencia del gobierno en estas materias.

El estilo mesiánico y populista del presidente Petro se ha juntado con la irresponsabilidad de una clase política que solo piensa en acrecentar sus desmedidos privilegios. Las reformas tramitadas en el Congreso revelan la insensatez de los políticos que ya no actúan por principios o convicciones si no por la codicia que los caracteriza. La reforma aprobada al régimen del sistema de participaciones es una contundente prueba de la irresponsabilidad fiscal tanto del gobierno como de los congresistas, en la medida en que  con el cuento de estimular la descentralización, los gobernadores y alcaldes, base de la pirámide clientelista, tendrán todo un festín donde campeará la corrupción para reelegirse en el congreso. Nadie puede discutir la bondad de corregir el excesivo y nefasto centralismo bogotano, pero la solución no consiste en soltarles los recursos fiscales a las entidades territoriales, sin haber definido previamente una modificación legal de las competencias, puesto que en estas circunstancias el control en el uso de tales recursos se hará aún más compleja y seguramente abundarán las obras inconclusas y los llamados elefantes blancos, los cuales ya representan una pérdida cercana a los 100 billones de pesos según cifras de las politizadas Contralorías.

La inevitable conclusión de este panorama cada día más preocupante es que la conjunción observada entre el gobernante, sea este de derecha o de izquierda con los políticos; permanece incólume ante el escenario de perversa corrupción que caracteriza al sistema vigente, en el cual el único que pierde es el ciudadano y sus respectivas convicciones democráticas.

Puede sonar atrevido para algunos, aunque cada día es más imperativo el acuerdo nacional acerca de la convocatoria de una Asamblea Constituyente limitada a modificar la estructura del sistema político; del sistema judicial; de los organismos de control y de la estructura funcional del Estado, pues cada día éste es más ineficiente, más corrupto, más proclive a estimular la violencia y la criminalidad.

Se atreverá alguno de los muchos aspirantes a la presidencia que hoy buscan el apoyo ciudadano, a formular una propuesta seria que incluya como esencial un acuerdo nacional, para que el próximo congreso aborde la imperativa reforma estructural atrás enunciada? No se ve en el escenario actual, dado que el debate se insinúa en el polarizante e insulso esquema de dividir a la opinión entre petristas y antipetristas, entre derecha e izquierda, para que nada cambie y todo siga igual o peor.  

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