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El largo camino hacia la recuperación de las esculturas de San Agustín: un patrimonio olvidado en Berlín

Dic 9, 2024

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En los oscuros sótanos del Museo de Berlín, lejos de las tierras que las vieron nacer, yacen 35 esculturas que pertenecen al legado cultural de San Agustín, Huila. Estas piezas, emblemáticas de una de las culturas prehispánicas más importantes de Colombia, fueron extraídas del país hace más de un siglo mediante una operación marcada por el engaño y la documentación fraudulenta. Aunque su regreso ha sido una demanda constante de sectores culturales y políticos, el proceso para su repatriación sigue siendo una tarea pendiente que evidencia la desidia institucional y las complejidades legales en torno al patrimonio cultural.

DIARIO DEL HUILA, HUILA  

POR: ALEJANDRO POLANCO

El traslado de las esculturas de San Agustín no fue un simple acto de exportación, sino un robo orquestado con el respaldo de documentos falsos que las clasificaban como “material de minería”. Esta argucia permitió que las piezas salieran del país a comienzos del siglo XX, siendo acogidas por museos europeos que, durante esa época, acumulaban objetos culturales de diversas partes del mundo sin cuestionar su origen.

Estas esculturas, más allá de su valor estético, representan símbolos rituales y funerarios que narran la cosmovisión de las sociedades que habitaron el Macizo Colombiano. Al ser extraídas de su contexto original, no solo se privó a los colombianos de su herencia cultural, sino que se despojaron a estas piezas de su conexión histórica y espiritual con el territorio.

Acción judicial: un paso adelante que no avanzó

En 2017, el Tribunal Superior de Cundinamarca emitió un fallo de acción popular que buscaba subsanar esta injusticia histórica. La sentencia ordenó a las autoridades colombianas, en especial a la Cancillería, tomar medidas inmediatas para recuperar las esculturas. Este fallo fue celebrado como un avance importante en la defensa del patrimonio cultural, ya que estableció un marco legal para la repatriación.

Sin embargo, a pesar de las expectativas generadas por esta decisión judicial, el tiempo ha pasado sin que se concreten resultados significativos. Seis años después, las piezas siguen almacenadas en Berlín, lejos de la vista del público y sin las condiciones de conservación adecuadas.

La situación de las esculturas ha generado preocupación entre expertos que han tenido acceso al Museo de Berlín. Informes recientes indican que las piezas no están exhibidas, sino almacenadas en sótanos, embaladas y ocultas entre otras obras que no figuran en el inventario oficial del museo. Este desorden no solo dificulta su identificación, sino que pone en riesgo su conservación.

Un escultor colombiano, que obtuvo permiso para visitar el museo, constató que las esculturas están en condiciones precarias. Según su informe, las piezas carecen de un entorno controlado que garantice su preservación y presentan signos de deterioro. Este descubrimiento subrayó la urgencia de acelerar las gestiones para su regreso a Colombia.

El papel del Congreso

Ante la falta de avances concretos, la situación fue debatida recientemente en la Comisión Segunda de la Cámara de Representantes. La congresista Luz Ayda Pastrana cuestionó enérgicamente a la Cancillería, exigiendo explicaciones sobre la lentitud del proceso. “Estas piezas no son simples objetos; son parte de nuestra identidad. ¿Qué se ha hecho para garantizar su retorno? ¿Por qué, después de seis años, no tenemos resultados?”, planteó Pastrana durante su intervención.

La Cancillería informó que las gestiones se reanudaron en 2023, con un cronograma que proyecta la repatriación de las esculturas para 2025. Sin embargo, estas declaraciones fueron recibidas con escepticismo por parte de los asistentes al debate, quienes señalaron que el tiempo transcurrido desde el fallo judicial debería haber sido suficiente para concretar el regreso de las piezas.

En un intento por esclarecer la situación, Pastrana presentó un derecho de petición dirigido a la Cancillería. En este documento, solicitó un informe detallado sobre las gestiones realizadas hasta la fecha, fotografías actualizadas de las esculturas y explicaciones claras sobre los motivos de la demora. También instó a las autoridades locales, en particular al Gobernador del Huila, a involucrarse más activamente en el seguimiento de este caso.

“Estas esculturas son un símbolo del Huila y de Colombia. No podemos permitir que sigan en el olvido, lejos de las comunidades que las valoran y entienden su significado”, afirmó la congresista.

Un patrimonio invaluable para el Huila y el mundo

El Parque Arqueológico de San Agustín, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es uno de los mayores tesoros culturales de Colombia. Las esculturas que aún permanecen en Berlín forman parte de este legado, cuyo valor no solo radica en su antigüedad, sino en la riqueza histórica y simbólica que representan.

Para el departamento del Huila, recuperar estas piezas sería un triunfo cultural y turístico. Su retorno podría fortalecer la identidad regional, atraer más visitantes al parque y fomentar el reconocimiento del legado arqueológico colombiano a nivel internacional.

El caso de las esculturas de San Agustín refleja una problemática global: el tráfico y la apropiación indebida de bienes culturales. Aunque existen mecanismos legales internacionales que respaldan la repatriación, su aplicación suele ser compleja debido a la falta de cooperación entre países y las limitaciones de las instituciones nacionales.

En el caso colombiano, la falta de coordinación y voluntad política ha sido un obstáculo recurrente. La sentencia de 2017 ofrecía una oportunidad única para recuperar estas piezas, pero la ausencia de acciones efectivas ha prolongado su estadía en Berlín.

Una deuda histórica con el país

Mientras las esculturas permanecen fuera de su territorio, las comunidades huilenses y el país en general siguen esperando justicia. El regreso de estas piezas no solo significaría la recuperación de un patrimonio invaluable, sino también el reconocimiento de la importancia de proteger la identidad cultural como un derecho fundamental.

A pesar de las proyecciones para 2025, el camino hacia la repatriación sigue lleno de incertidumbres. Sin embargo, la presión ejercida por congresistas, académicos y la sociedad civil podría ser el impulso necesario para que estas piezas regresen al lugar que les corresponde: su tierra natal, donde su valor histórico y cultural podrá ser plenamente apreciado y transmitido a futuras generaciones.

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