Por: Ernesto Cardoso Camacho
Existen diversos adagios populares con los cuales se expresan opiniones y sentimientos humanos que curiosamente definen realidades sociales. Uno de ellos es el que se conoce como “Por la boca muere el pez“ y “Tanto va el cántaro al agua hasta que por fin se rompe “.
Los menciono así escuetamente para traer a colación las reiteradas expresiones del presidente Petro, acerca del “golpe blando ” que en su exagerada imaginación denunciaba como el mecanismo político de la oposición para sacarlo del poder.
Desde luego invocaba para ello el poder soberano del pueblo consagrado en la Constitución, como el mecanismo democrático para evitarlo o prevenirlo. Pero como siempre ocurre, el tiempo va colocando las cosas en su sitio y de esta manera se desvelan las tozudas realidades.
Transcurrieron cerca de 20 meses durante los cuales el presidente y su Pacto Histórico movilizaron a sus adeptos en torno a esta expectativa política, convocando marchas callejeras para enfrentar la amenaza de abortarle su ejercicio presidencial. Desde luego, la oposición se vio obligada también a convocar a sus simpatizantes a la calle, en un ejercicio que ha sido llamado por algunos politólogos como “el Estado de opinión “. No obstante, como casi siempre ocurre, la verdadera democracia se ejerce en las urnas, oportunidad en la cual cada actor político obtiene el apoyo o el rechazo de la ciudadanía a sus propuestas.
Pues bien. El último episodio que generó este debate se suscitó con motivo del acto administrativo proferido por el C.N.E al formular cargos a los directivos de la campaña presidencial, donde incluyen al candidato Petro, hecho jurídico que en opinión de diversos y reconocidos juristas, que este columnista comparte, amenaza el fuero integral del presidente, ampliamente reconocido por la jurisprudencia constitucional. De allí se derivó la más reciente expresión de Petro acerca de que estaba en marcha el golpe blando para sacarlo del poder.
En estas circunstancias es claro que dicho golpe blando se ha transformado en un auto golpe ya no tan blando, infringido desde el propio gobierno ante las demoledoras denuncias acerca de la vergonzosa corrupción que estamos presenciando, en la perversa connivencia entre ministros y altos funcionarios del Estado con congresistas tanto amigos del gobierno como de la oposición.
Ojalá la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en su indagación y eventual juzgamiento, así como en sus competencias la Fiscalía, actúen con la celeridad, imparcialidad y contundencia necesarias para que se sepa con certeza el tamaño de los entuertos y castigue ejemplarmente a quienes resulten responsables.
Pero claro. A estas alturas de los acontecimientos conocidos, el presidente Petro se ha quedado sin su estribillo populista, pues la ciudadanía ya esta entendiendo que la oferta del cambio se ha quedado en demagogia, aunque la corrupción política no es patrimonio exclusivo de la derecha que con tanto furor combate frecuentemente. Es decir que la tragedia colombiana se repite de manera incesante con esta clase política, la que con honrosas y escasas excepciones, solo sabe delinquir robándose los recursos públicos, cobijada por la impunidad del sistema judicial y la complacencia de sus respectivas clientelas electorales.
COLETILLA.- El episodio ocurrido en Neiva con el fallido proyecto de endeudamiento por 80 mil millones comprueba, una vez más, la improvisación que anida en los intereses personales y políticos de unos y otros, administración y los 7 concejales de la Comisión de presupuesto que avalaron el proyecto, el cual adolecía de una evidente ilegalidad. Las responsabilidades políticas no se pueden justificar ni menos aún esconder.








