Por: Faiver Hoyos Hernández
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Vuelvo a sentir que somos un país acostumbrado a vivir momentos, de poca memoria y predispuesto a responder a estímulos esporádicos. Explotamos y elogiamos sin que exista el mérito. Claro, cuando las cosas no resultan igualmente reaccionamos furiosos y nos vamos a las redes sociales en contra de quien sea.
Este sentimiento es muy normal en el público futbolero y de manera particular cuando juega la Selección Colombia. La gran mayoría nos volvemos hinchas furibundos, de esos ciegos, sordos y mudos; fanáticos desenfrenados con los triunfos del equipo.
Actualmente vivimos un momento de gloria. El equipo que dirige el argentino Néstor Lorenzo acumula 17 fechas invicto. Las últimas victorias ante España y Rumania enloquecieron a más de uno, más allá del análisis a los juegos, porque reitero, como hinchas apasionados y triunfalistas únicamente nos interesa el resultado.
En días pasados leí un artículo en Fútbol Red donde juiciosamente revisaban las cifras y el comportamiento del combinado nacional. Colombia es un equipo que en los primeros tiempos no juega tan bien -nos pone a sufrir- y debe ser en las etapas complementarias en donde responda para encontrar mejoría, una variable que Lorenzo debe tratar de cambiar.
Invito a que el hoy lo tomemos con cabeza fría. Recuerdo aún la manera como Colombia llegó al Mundial de Estados Unidos vestida de gran favorita. Fue quizá una de las peores presentaciones. Los cafeteros han participado en seis Copas del Mundo (Chile-1962, Italia-1990, USA-1994, Francia-1998, Brasil-2014 y Rusia-2018). Hubo baches gravísimos que no permitieron clasificar a Qatar 2022, los mismos que le dejaron por fuera de los Mundiales 2002, 2006 y 2010.
La mejor figuración en una cita ecuménica fue en Brasil 2014 (quinta posición). A nivel internacional ser campeona en 2001 de la Copa América es el rótulo más relevante. Como puede observarse, nos alegramos y festejamos sin ganar nada. Los amistosos sirven para mantener la sincronización como equipo y para detallar el presente de algunos jugadores.
Un verdadero fogueo, será la Copa América de Estados Unidos del 21 de junio al 15 de julio. Será allí donde la Selección demuestre de qué está hecha. De nada servirá ser segunda o tercera. Ganar es el objetivo. El país del tío Sam se convierte en el escenario escogido para las próximas citas futbolísticas, no olvidemos que el Mundial 2026 regresa luego de 32 años, esta vez compartida con Canadá y México.
No pretendo ser aguafiestas, deseo solamente invitarles a ser más analíticos. Los partidos ganados son pañitos de agua tibia, que sirven de paraguas a los actuales directivos por si se fracasa de nuevo, esconder los pésimos resultados obtenidos en la historia del balompié. Nuestros jugadores individualmente son maravillosos, en conjunto no hemos podido armonizarlos. Increíblemente nuestras mujeres, con menos historia, han ganado más. Próximamente dedicaré una columna para hablar de ellas, porque también lo merecen.
